domingo, 28 de octubre de 2012

PAPELERA DE RECICLAJE


Cuántas veces
el loco sollozo 
tras la pared.

Ellos, que nada tenían
que ver con nosotros,
oyeron esas noches
el llanto anónimo y macabro
de los muros que laten.

Murmullo extranjero.
Dormitory nº 5.

Ahora los nuevos vecinos
escuchan la historia
de boca de los veteranos.

—Gritaba —les cuentan—,
gemía, imploraba, se oía
por todo el pasillo. 

Uno destaca: —Salí e indagué.
Venía de aquel dormitorio.

Otro se jacta: —Decía algo así 
como un nombre.

A modo de filme de horror,
estos les cuentan a aquellos
el miedo.

—¿Qué nombre? —pues son 
estudiantes y quieren los datos
concretos.

—Era otro idioma.

Era tu nombre.

La noche fue un secreto,
abierto en el hueco
mortal de las manos.
Aquellos no supieron
que era por ti. Nunca
sabrán que por ti solamente.

En un dormitorio reunidos
inventan qué fuimos, ahora:
El hombre que llora en su boca 
tu nombre, dicen, y ríen,
y luego se queda en silencio
la sala, se van retirando, 
retornan a sus dormitorios,
se acuestan un poco encendidos,
—alcohol, las muchachas, los chicos—,
y nadie, ninguno de ellos,
intuye tu nombre olvidado
al fondo del pasillo. 







Alberto Cancio García




lunes, 8 de octubre de 2012

Los papeles de Marcel (VII)


                       ¿Cómo será perderme por tu oreja,
                       sumergido en lo oscuro hasta rozar
                       tu entendimiento? ¿Cómo
                       pensar sin que te enteres,
                       convertirme en eco de tu memoria
                       sin mayor palabra que este silencio
                       que puedes escuchar en tu vigilia?

M. Camino

sábado, 6 de octubre de 2012

Los papeles de Marcel (VI)


                             En los posos del café
                             cabe el sabor de las horas
                             como caben tantas tardes
                             en su contorno de mármol.

M. Camino
La Clandestina, 24 de septiembre de 2012, 
al final de la tarde, con la mesa llena de papeles

domingo, 30 de septiembre de 2012

NO NOS PARAMOS

No nos paramos apenas, 
ahora, al cruzarnos uno y otro
por la calle que otras noches
recorrimos todo juntos. Casualidad.

Distinguimos muy de lejos esa fibra:
La que en torno a la vida compuso
lo amigo y querido y así precisado
de los años ralos. Nos aproximamos.

Rozamos la piel de careta
como un amago del antes,
la calle misma, la misma calle,
y damos los besos plásticos
que uno da a cualquiera. Por causalidad.

Pero es un instante, ¿verdad?,
es por el fondo, como por dentro
de ese extrañísimo abismo
que hay en los ojos: La fibra dorada.

Desecha del tiempo..., pero ahí está.
Sueltos los flecos de hilo —de lo que hubo
y ya nunca habrá, por toda esa serie de causas
tan casuales de ahora y de entonces—,
la vemos brillante, intuimos la mar,
la Noche velando en su seno
nuestros viejos dibujos de sal.

Y en esa calle misma, apenas a un paso
del adiós convencional, vemos la vida
como mucho más allá, la sonrisa
como mínimo especial, del Amor
alimentado del recuerdo de ser niño
y nada más. Nosotros.

Como antiguos vecinos de Nunca Jamás.

Reímos de pureza, reíamos de noche,
de sabernos tan violentamente libres
de esas necias mariposas que se emboscan
en la boca del estómago. En esta misma calle
había demasiadas dando vueltas
en torno a muchas cosas muy distintas
y nosotros... las contábamos, contábamos con ello,
sin pensar.

Pero no era lo correcto,
aquello. Decían, ellos decían.
Lo gritaban en esquinas,
mugrientas de celo verde,
de miedo y de basura,
mientras callábamos nosotros,
en esta misma calle,
mirando el espectáculo
inquietante de la Luna.








Alberto Cancio García

miércoles, 12 de septiembre de 2012

DELANTE

No es en forma redonda
nuestra tierra hueca.
De qué llenamos nosotros
la circunferencia verde
y azul de la conciencia,

eso es otra cosa.

El Adiós de quien se marcha =
bienvenida al que se queda,
la mueca posterior al desarraigo,
leve, como de un adiós cualquiera,
una noche, de paseo, espichará,
y danzando surgirán las comadrejas
que hay al fondo del camino.

Yo supongo, seguiré
con la misma obscenidad.
Pongo yo que desearé.
Querré ser el buen novio,
buen amigo, yo querré.
Una niña algo sencilla,
como padre verla guapa,
apeada en el balcón y sentir miedo,
¿a que caiga?

Miedo y me pregunto,
a que caiga sobre qué.





Alberto Cancio García

lunes, 10 de septiembre de 2012

Los papeles de Marcel (V)

                                   ¿Cómo pueden las palabras
                                   confundirse en unos labios
                                   si entendemos la poesía
                                   sólo cuando nos besamos?

M. Camino

martes, 28 de agosto de 2012

Los papeles de Marcel (IV)



                                   Ojalá un beso tuyo, de los de pelo suave,
                                   cambiara mi aspecto por el de un perro:
                                   dejaría de hablar
                                   y me ahorraría los problemas
                                   que torturan al hombre por las noches.

M. Camino

jueves, 16 de agosto de 2012

Los papeles de Marcel (III)

(Fotografía: Jorge Andreu)

                                                Ven, abrázame fuerte
                                                y quédate conmigo hasta que el tiempo
                                                desvíe nuestras sendas.

M. Camino

lunes, 6 de agosto de 2012

Los papeles de Marcel (II)

Poética

                                         Vivir las horas muertas
                                         en guerra sin final contra el vacío
                                         es abrir las compuertas
                                         al triste escalofrío
                                         que conduce al más sano desvarío.

M. Camino

lunes, 30 de julio de 2012

GÉNESIS

Qué extraño se hace mirar atrás e intuirte ahí, sobre la cama, dibujando o leyendo un libro de mi estantería, de esos que hojeabas lenta por echar el rato. Tu pelo revuelto tontamente, como tontos éramos, como tonto te miraría yo desde la silla, seguro que inquieto, seguro que deseoso de tu cuerpo, tan joven y estúpido que extraña pensarlo ahora, desde lejos. Qué cerca estuvimos entonces, qué dentro el uno del otro sin saber siquiera quienes éramos, en quienes nos convertiríamos, en si aquel juego de besos supondría algo más que una primicia adolescente... El principio.

¿Qué fue? Quizá sólo eso, un ensayo de lo que luego vendría a ser la vida real, el amor real, el sexo verdadero. Yo también he olvidado el tacto de tus labios, créeme, ya no recuerdo tus caricias, y las formas de tu voz se mezclaron hace tiempo con las hojas de otros otoños, muchos, claro, al pisarlas de camino a lo que hoy somos. 
Y extraña. Extraña pensar en cuánto nos quisimos, en cómo nos juramos un amor eterno inexistente, jugando, amando, tan niños en realidad, tan toscamente inocentes.







Alberto Cancio García

domingo, 29 de julio de 2012

QUISIERA ARRANCAR LOS BRAZOS AL SOL
por colarse en las ventanas
de un cuarto sin deseos de grandeza.

Marcel Camino

jueves, 26 de julio de 2012

SELLO

Que sepas que he llegado a la feliz resolución 
de matarme, ¡sábelo!, que ahora dormirás 
pensando en mí y en mi desgracia, 
me amarás, me desearás, regalarás 
mis cuatro oídos con palabras, agasajos,
y al instante, mientras tanto,
yo andaré mirando fotos 
de otro amante —que también es "mi mejor"—, 
y tocándome la pinga vendrá el sueño, 
diluyendo la idiotez hasta mañana, mi amor.









Alberto Cancio García

domingo, 22 de julio de 2012

EL DISPARO

Creí que al menos,
cuando mirabas 
sin decir nada,
oyéndome, lenta;
cuando tus ojos
suplicaban, ahogados,
la clemencia rala,
tan innecesaria
porque amamos, y ardía
la comisura de los labios, 
tuyos, quietos, calcinando
las Falsas Palabras;
creí que, entonces, 
al menos, así, sin habla,
no sería tu Silencio
una pistola blanca.





Alberto Cancio García   

martes, 17 de julio de 2012

ESENCIALIDAD

Yo también me he preguntado
a qué sabe la espuma
cuando ya no queda agua.


Me dije: La pasta. Es la pasta.
Y reí.


Mordí la cáscara de plátano.
Lavé mis dientes otra vez.
Sudé sin hacer nada.


Y luego...


Barrí, y estaba limpio.
Rasqué donde no pica,
ni picaba... ¿en los dientes?
¡Au! ¡Ay! ¡Au! ¡Ay-au!


...e insistí al hombre del bar: 
Agua natural. 
Da igual si está caliente.


Y quemaba. ¡Quemaba!


Eché a volar a veces, yo también:
Miré sin ver sobre el reloj,
dijo ella: la cuchara,
y yo traje un tenedor...
Llegué tarde al examen
y luego desperté, sobresaltado,


y sólo eran las dos.


También dije "yo odio" sin sentirlo,
lo mismo que "te quiero" (un poco menos),
y luego me reí por compromiso.


Tardé en llamar a Pepe sin quererlo,
ahogado en el estudio...
                ...inútil de mi ombligo,
y alguna vez leí, leí, y dormí,
diez noches en la misma paginita,
ido.

Qué gracia cuando dicen:
recoge "lo esencial" en tu poesía.
Y miras al espejo,
y surge la esencial algarabía.










Alberto Cancio García, 
que está guapo todo el día.

sábado, 14 de julio de 2012

GARAN-TÍAS

La garantía de amor
no se mide en el espacio
entre el helicóptero que pasa,
el bar donde tú bailas
y mi habitación.


La garantía de amor
no cuenta para ellos,
arriba, que son sólo pilotos
surcando la noche de arena.


Yo no puedo gritarles,
ni siquiera lo intento.
Yo miro la noche
e imagino sus cabezas
como luces. Sus cascos,
como blancas pelotas de ping-pong,
con micros de oreja, lejos, muy lejos,
sobre las palmeras.


Y vuelan en tu dirección en silencio
—o diciendo esas cosas que dicen
los pilotos cuando hablan en las pelis, por micro—
en tu dirección, tranquilos y tensos a un tiempo.
Delante del cristal verán las cosas,
pero es en el radar y no en el mundo,
donde ponen los ojillos de pelota
para no chocar: ¡Pum, pum, pam!


La noche de arena. Las palmeras.
No sirven.


Más allá de mi ventana, yo tampoco veo.
Y ellos ni me ven ni me han mirado.
Yo lo sé, que no saben dónde estoy. 
Desde arriba no se notan las cabezas 
de normales. Sólo las pelotas, como luces.


Tampoco observarán la tuya, claro,
cuando pasen sobre ella.
Así que no les he gritado, ni dado
recados para ti. Cuando pasen
oirás lo que yo: ¡Zum zum! ¡Zucurruzún!
O quizá, quizá ni eso.


Por el aire, desfilan los sonidos ya cansados
cuando salen de la boca, del motor, lentos, flojos,
acabados, y a los metros ya se mueren
como viejos olvidados, son, son - idos. 
¡Garantías del amor en helicóptero!
No va a escucharse el mío, mi son - ido
que les queda a ellos tan lejos.
Si apenas me oyes tú, 
cuando digo en el oído
que te quiero.






Alberto Cancio García










lunes, 2 de julio de 2012

LOVE

Voy a seguir tocando eso que llaman
lo Eterno, con las puntas de mis dedos
seguiré, confiando, lo Prometo:
seré una vez tan solo mi añoranza

y día alguno habrá de no ser nada,
de no pertenecer: tener un beso
como Anoche, dejarlo como ahí muerto,
y darle luego cuerpo de guitarra.

Y así me contendré:
de pronto en su Sonrisa:
tocándola mi Beso en un traspiés.

Lo Eterno jugará... a hacerla mía.
Y entonces por sus ojos yo Sabré
que ella Lo quería.





Alberto Cancio García

DÍA D

Qué cosa
¡Ay!
Qué, y en que cariz,
momento,
              razón,
                       circunstancia,
                                             lugar,
                                                    singladura,
                                                                   bostezo...


se dice uno a sí:


Ahora, y en este contexto,
y ausente del tiempo
y obviando pre-textos,


yo voy a escribir.








Alberto Cancio García

jueves, 12 de abril de 2012

¿Y TÚ QUIÉN ERES?

Que quién soy. Rumiar, haber indagado, haber hecho qué. Haber hecho el hecho que me hace ser. Y ver, qué, qué he hecho. Hecho negro, ¿verdad?, lo negro más allá de lo indecible. Rumiarlo. El hecho impensable pero hecho no obstante. El mundo de los ojos hacia atrás, el hueco del que no murmura nadie, ni uno mismo, aunque sea, y esté ahí, como un hecho, y se olvide y no figure en esa historia de hechos que es la vida.

Pién-solo.

Tomar a un colegial de los bajitos, ponerle un martillo entre las manos y apremiarle a que horade la roca. Más o menos. O aun más. Sin remedos. Hacerlo bajar por el hoyo con veinte explosivos, detonarlos a un tiempo, no encontrar lo pretendido, y obligarlo a repetir la operación una y otra vez sin éxito; aceptar que beba un poco, quizá, mas desoír su cómica llantina, de niño, e instarle a ahondar de nuevo en lo nefasto, contemplar su decadencia, castigarle; mientras confiar en que la suerte suene abajo con su grito de diamante, pero oler a sal podrida, al fin y al cabo, deambular alrededor, maldecir por qué este tiempo, por qué lo negro, mirar la noche encima, callar, mirar, sudar, hallar abajo, profundo, niño lastimero, niño, aserto. Llamarlo y que ya entonces, sin oros ni caudal, aun martillo en mano, y sucio y negro, adulto, cubierto por el fango, yazca como tieso, verdaderamente muerto. 

Que quién soy. Recréese en los hilos macabros de la escena —rumie—, sucumba al morbo, ría el miedo o la avaricia, libe la traición, estudie la masa oscura del guiño, examine la tierra yerma o eso que llaman infierno, y aun no me habrá descubierto del todo. Aun quedará viajar tres mil kilómetros, aterrizar allá donde los colegiales van en efecto al colegio, echar un vistazo a las calles asfaltadas, andar por ellas, comprobar la calidad del hormigón, medrar en lo inefable a lo largo y a lo ancho, arrepentirse, llorar el poema baldío, en el bar, porque habla de todo, de la cosa bella, cómoda, sensual, del odio que entrega el martillo más allá, del túnel, la muerte y el niño: de lo que ocurre tras la frontera, en fin, y que no existe si no puede leerse. 

Me leo, me leo... soy, soy.

Hurgue en la absoluta cartera. Lea también. Eche un vistazo a mi nombre, mi fecha de nacimiento o mi ciudad de residencia. Los números sin mucho que decir; decepciónese ante la pésima funcionalidad del documento, ahonde en la fotografía, míreme de pleno, como si hubiera entre nosotros un panel reflectasol, de plata o bronce porque hubiera sonado el martillo en otras ocasiones al fondo del hoyo, o simplemente no estuviera mal escudriñar los ojos verdes a un desconocido. Admita mi belleza, recréese también en ella, por qué no, la poca o la mucha, abúrrase de contemplarme y ponga defectos ralos a mi rostro, sitúeme en cualquier escenario a cualquier hora, con mis labios, imagine mis reacciones, sin objetividad: adórneme, diga que viví, que no viví, traduzca el recorrido en diagramas sin mucho tino: que yo vuele, que me crean en Brasil cuando ande por Siberia, que me pinten triste cuando muerda carne dulce por alguna habitación, o en la escalera, o en la playa donde, puede que así fuera, es probable, presumible, yo creciera. Playa blanca interminable, por ahí. Justo ahí, invénteme. Y véame de niño, entre en los chalets, viejos, de alquiler, sobe a mis gatos, escale sin miedo mi faro. Huela los pinos, y ya verá, arrójese duna abajo, ría, ría, déjese morder por escarabajos peloteros y arrójelos luego por los aires… Observe que resisten. Cuatro, cinco golpes.

Imponga a partir de entonces a mi vida cuantos éxodos prefiera, fatídicos o sorpresivos, un viaje, luego otro, y otro, con el número de llantos oportuno. Lléveme del campo a la ciudad, zumbe en mis oídos como pájaro o camión, no importan mis gemidos, huela mi sudor adolescente, mis noches y mis gritos, disponga el estupefaciente que mejor describa el mundo, drógueme cada noche, abuse de mí, tóqueme, aunque luego me deposite sobre el escritorio y me ponga a escribir como un loco.
Habrá de retirar los papeles, leerlos detenidamente, sentirse en cierto modo defraudado y hurgar en el arcón de la izquierda: Allí deshaga el Caos, vaya seleccionando los cuadernos y diarios que tengan mejor aspecto —lea, lea, lea, yo soy—, descubra cuán equivocadas eran sus elucubraciones, llegue a lo peor en un santiamén, atienda a confesiones y demás obscenidades, sorpréndase de su bien pensar, llegue a mí desde lo oculto y desnúdeme el pecho en busca de ese lado tan oscuro. Lámalo, disfrute, grite a todo el mundo que sabe a caramelo de café y disfrute de pronto, aureolas en los rizos de mi humo. Diga: No es tan malo, tiene un fondo noble, y olvide las premisas aberrantes, los miedos; busque risas, busque besos, busque labios absolutos, busque letras dichas así, con garbo, y encántese de mí, de mi concepto, de mi a veces tangencial genialidad, que no es constante. 

Busque, ya le digo: Encontrará. Madurez relativa, paso ascendente o caída ridícula. Crisis neutra, de risa después. Edad de volverse majara. Atribúyame cualquier patología y aun así  créame sano. Consecuente. Voz madura. Busque: no se oye a simple oreja pero está, en ventiscas de música a bocajarro, a manos de un poema que parece que no dice pero esconde lo que ERES sin saberlo. Busque lo que es ERES, lo que es SOY, en mí sin mí y CONTIGO. Busque eso eterno y proyéctelo adelante como una alfombra que se borde sola hacia el destino. Siga, lentamente. Viaje por la selva o el desierto, por países más allá de la frontera, por los niños que no van ni pisarán jamás la escuela. Llegue luego al hoyo, dos manzanas más al Este, busque las riquezas que habitamos sin saberlo, la plegaria de humildad de la ignorancia, la impotencia lacrimosa, la rabia contenida porque amamos, a un hermano, a un amigo, a las diosas que son todas: busque al niño, ya fundido, convertido en el petróleo de este mundo que habitamos. Lo hallará, ya refinado, porque había, porque había y el martillo habrá sonado, y en la mina sonará tarde o temprano, eso siempre, llenará nuestros bolsillos, de campanas y otras cosas, y habrá paz en la cabeza, pez que nos caliente los motores, diosa que subir a nuestro coche, luz, felicidad, felicidad, FeLiCiDaD, aunque habiten niños muertos las entrañas de la tierra. 



Alberto Cancio García



martes, 10 de abril de 2012

JONES

Cambia las cuerdas
                               de una en una.


No las quites todas de un tirón


o tu puente flotante, 
                              en efecto, flotará


y no habrá quien alinee su consistencia


contra el techo 
                             de la música del mar. 






Alberto Cancio García
.

lunes, 9 de abril de 2012

TEMPO III

Yo, que era niño,
no lo sabía.


Creía que el sol
era una seta.


Cuando salía.






Alberto Cancio García

TEMPO II

Fúnebre gemido, no. No amanece
más early porque nadie lo haya dicho
y, si turn off las lámparas del cielo
a media tarde, llorarán los niños.

No ocurre lo que ocurre aunque parece
que el viaje ha terminado en infinito,
más allá del llanto, I´m so sincere
apeado en la parada del destino!

... look at me, mojado de mil ausencias,
mi paraguas de entonces troceado,
umbrella de servirse en buena mesa,

allá el reloj, acá el minuto amado,
desecho el train en rizos de melena,
fúnebre gemir, todo ha finishado.



Alberto Cancio García







jueves, 5 de abril de 2012

RUiDO

Tú, como todo, te pierdes.


En el cielo que está negro,
cuando hay Luna, con las nubes,
te ves como una mancha diminuta
cuyos lados no me tocan. 
Sin tu piel como atractivo continente,
eres como gota de agua neutra,
que, ni fría ni caliente, cae rodando
por las zonas de mi cuerpo que no sienten.


Y si hoy lloro porque lloro,
y si hoy río porque el mar se te hace grande,
yo te pierdo. Y no importa, aunque sea  
tan obtusamente grande por mi llanto
nuestro mar, porque tú ya lo regaras poco antes
con tu pútrido lamido de alma verde.


Te tenía, hace horas, porque ahora tú si quieres. 
Pero tú no lo has gritado, lengua parca.
No has gritado para que esos pterodáctilos del cielo 
                                                                        
                                                                                     se enteren.  






Alberto Cancio García





miércoles, 4 de abril de 2012

SUJETO SUJETO y MEJOR SUJETO

Toma el zumo verde del deseo 
En sorbos pequeños. 
Tú de él no sabes nada; quizá,
A fuerza de soñar los caminos, 
Sea finalmente el cierto una chapuza.






Alberto Cancio García

martes, 3 de abril de 2012

UTILITARISMO

Tiene el poema bueno
                                                             lo que no tiene el poema.

El poema dice "lleno"
                             y si es bueno está vacío.

                                                             Si el poema dice "negro",
será blanco el contenido.
                                                            
                                                             Si el poema bueno reza
será a un loro a un membrillo,

                             y si es bueno dirá malo,
                                                            y si es malo no valdrá

ni a las viejas ni a los niños,

                            que otra cosa cantarán.




Alberto Cancio García

lunes, 2 de abril de 2012

Quién Sabe

¡Ay, quién sabe
los aires!,


si cuando yo duermo,
tú duermes: 
no se escucha;


y dormimos
ambos sin nadie,


del oído al secreto,
todo tan quieto
que asusta.


Respira la palabra
flojita y suave
en mi pelo revuelto,


y quién sabe los aires,
mi vida, quién sabe 
el suspiro: qué lleva,
qué dice, a qué sabe.


Transcriben bostezos,
dibujan dos almas,
embozan de tinta los labios 
parados de besos.








Alberto Cancio García

miércoles, 28 de marzo de 2012

TEMPO

La          noche de            los cocodrilos               huele
como a                                                luces albinas.


A                                  perlas de agua quieta y morada


que corta          en       mil            triángulos    la             selva.


Así el suspiro                      mueve su                 cabeza,
  
cuando            gira el                         cocodrilo el verde


de la tierra.               Lee la hora,                        sube y baja


como               una trompeta,            click!,                        tiene voz


amarilla    su   electrónico                           reloj de pulsera.








                                                                                                                     Cancio 
                                                                                                       Alberto               García

domingo, 25 de marzo de 2012

El futuro músico

Esta tarde, en la parada del autobús, se preguntaba Marcel, en guerra contra el viento de levante, por qué a veces se le resbalaban las palabras de las manos y estallaban antes de caer al suelo hechas trizas, cuando la última bocanada de su cigarro le hizo ver a un niño a su lado con un dedo en la boca. Oía de lejos las órdenes de su madre, que lo instaba a no chuparse las manos después de tocar el asfalto de la acera donde jugaba, y al ver que no le hacía caso y que mantenía sus ojos fijos en él, Marcel trató de ayudarlo:

—No te metas las manos en la boca, que el suelo está muy sucio.

Como era de esperar, tampoco a él lo obedecía. Entonces ideó un plan:

—Mira mis manos. ¿Sabes lo que puedo hacer con ellas?

El niño ladeó la cabeza con la boca semiabierta y el dedo dentro.

—Con estas manos soy capaz de hacer música. ¿Te gusta la música?

El niño asintió. O bien estaba estupefacto ante las palabras de un desconocido, o bien, al igual que muchos hemos hecho en nuestra infancia, le costaba responder.

—¿Te gustaría hacer música con las manos? —insistió Marcel. Recordaba aquel verso que una vez escribió en su libreta: «la música subiendo por mis manos», en honor a un recital.

El niño volvió a asentir. Esta vez sonreía, con ese ademán de la inocencia que el hombre en ocasiones añora.

—Entonces, debes cuidarlas. Han de estar limpias, porque así cuando toques el piano conseguirás que suenen mejor. De modo que sácatelas de la boca, ve con mamá y que te las limpie.

El niño, sin más, obedeció, corrió hacia su madre y, mientras ésta las limpiaba con un pañuelo, le dijo:

—Mamá, de mayor quiero tocar el piano.

La madre dirigió una mirada sonriente a Marcel. No sabía si el niño conseguiría ser pianista, pero sí sabía que aquel desconocido había logrado algo imposible. Y el futuro músico volvió a correr por la acera, mientras el viento aún alborotaba el cabello del muchacho aquel que le había enseñado a no meterse las manos en la boca.

Jorge Andreu
25 de marzo de 2012

sábado, 24 de marzo de 2012

VACÍO

Cada noche
                  en el vaso desierto 
la música lila
                                        Quema.
Baila, 
                            forzada la risa
del lúbrico roce,
                          mi voz omitida.
El guiño salvaje
                                       la Mano
más allá 
                             de la mentira.
Y el mal pensamiento
                                      que pesa,


sueño indebido
                       en
                    mi cama desecha.
         










Alberto Cancio García

jueves, 22 de marzo de 2012

MAESTRO

Sé que verías en mí
algo distinto.

Llegarías y dirías:
Saquemos al artista
que hay en ti.
De esta forma, y esto otro
se hace así.

Sabrías exprimir
el jugo en la aceituna
de mis tardes, 
vendrías al poco 
a embriagarme
recitándome algo tuyo,

y luego, sentados a una mesa, 
confiarías tu secreto de luna
a cuatro camareras:

Ser de donde se sea, 
 para no perder el sino,
viajar con la marea
y andar a donde quiera
que diga tu borrico. 

¡Ay, Federico,
qué maravilloso si ahora,
como otros hicieron contigo,
pudieras venir 
a mostrarme el camino!






Alberto Cancio García

miércoles, 21 de marzo de 2012

CRACK!

Quién muere y Quién (se) muere,
temeroso de Dios
sin haberse Lavado los dientes.


Qué sentido y Qué (ha) sentido,
el espejo al mirarte la Boca
bullendo de Mar caliente.


Dónde guardan, Dónde guardan(se)
dél y el mármol los Gametos 
en tan Ínfima simiente. 


Sólo espero, espero(Te),
que al Decir: nada tiene Sentido,
dices el Todo que muerde.








Alberto Cancio García

NIEVE

Ayer caminaba de casa
al bar donde almuerzo a menudo,
y al cabo de varias zancadas 
con tanta dulzura mojaba la luz
los robles de ramas nevadas,
en vez de tomar, indolente,
la recta acostumbrada,
torcí y me interné en la floresta
que orilla la calzada.

Allí como un árbol sentí,
las piernas a la tierra atadas,
así que observé con agrado
las brisas que en torno cantaban.

Después de un instante entreví,
ocultos en la hierba alta,
docenas de mirlos atentos
al candor de mi mirada,

y en una ramita de arbusto,
como invisible sobre la nevada,
había uno blanco, tan blanco,
que, no sé hacia dónde, di gracias.




 Alberto Cancio García



martes, 20 de marzo de 2012

JUGUEMOS (?)

         Había inventado una frase graciosa
e iba a escribirla y se me ha       olvidado.
Mas... bueno, tranquilas, no importa, 
(no importa)    o al menos, no demasiado.
 Es bien difícil que en un par de esquirlas
                          pueda yo enseñaros algo.
 




Alberto Cancio García

MAREJADA

Dónde quedan las certezas:     Creía en la marea de color.      se han mezclado en mi cabeza.
                              En los barcos de papel.             Los matices, ahora qué,
El océano está negro,
                                                                                                                    como siempre debió ser.


















Alberto Cancio García

lunes, 19 de marzo de 2012

EMMANUELLE

En la cama de los rojos secretos,
abiertas en un cielo peligroso,
yacían las calimas de mi cuerpo
tal Dios deshizo el Mundo: Sobre el torso


el mango de flor verde brilló lento
hundiéndose en la médula fecundo
y en un gemido hermoso
la lámina morada del deseo


1)     rajó la piel a tientas
        con filo poderoso, 
2)    vertió sobre las sábanas mi letra


       y en pétalos de luna hizo un dibujo,
       llamando a ese otro cuerpo que viniera
3)   a arder en lo profundo.








Alberto Cancio García